Perdida en la isla de Formosa
Continuando mi viaje en Asia, aterricé en Taipei, la capital de Taiwán, una isla adyacente a China. Visto desde el cielo, este lugar titiló mi curiosidad cuando el avión voló sobre el río Tansui que serpentea a través de la ciudad.
Pero una vez que llegué a tierra, me sentí perdida en este nuevo entorno. Algunos aspectos me recordaban a China, mientras que otros me hicieron pensar más en Japón. Esta sensación de desorientación no me dejó durante varios días.
El frenesí del barrio del centro donde estaba alojada me recordaba a Nueva York, la ciudad que nunca duerme, asi como me fascinaban los banyan y los bodhi, estos árboles de los cuales muchos centenarios que adornan las calles del centro.
Los banyan se caracterizan por sus raíces aéreas que cuelgan a lo largo del tronco y terminan por enraisgarse de nuevo en el suelo. Este árbol es particularmente venerado en la India, donde se considera el árbol de la inmortalidad. En cuanto a los bodhi, poseerían poderes mágicos ya que Buda alcanza la iluminación bajo uno de estos árboles.
Taipei es una ciudad culturalmente vibrante. Durante mi estancia, pude asistir a una ópera china, un concierto de música clásica y un concierto de improvisación en el piano. Pero mis espectáculos favoritos fueron un baile autóctono y un baile moderno.
Después de un par de semanas en un ruido ensordecante, tuve la oportunidad de trasladarme a otro vecindario, todavía en la ciudad, pero mucho más tranquilo. La casa en la que me alojaba estaba colgando en la ladera de una montaña donde se podían ver desde mi habitación los rascacielos de la ciudad en la distancia. Esta vista era tan fascinante que me despertó por la noche para fotografiarla, lo que hice casi obsesivamente todas las noches durante los cince días que estuve allí.
El mes pasado en Taipei no fue un río largo y tranquilo. He tenido mis altibajos. Pero sobre todo, me permitió hacer introspección.
¿Qué quiero hacer una vez que termine con mi viaje a Asia? ¿Cuál es mi mensaje como artista? ¿Cómo puedo articular un futuro en el cual la fotografía y la perfumería puedan entrelazarse?
Estas preguntas, que llevaban rondando unos meses en mi cabeza, no habían recibido respuestas satisfactorias hasta entonces. Pero con el tiempo, las cosas se aclaran. Empiezo a ver una aventura personal que me llevaría a ofrecer productos y servicios en lo que creo profundamente y que me hace feliz y sentirme útil.